El batllismo como constructo social: una perspectiva politológica
Desde la teoría de
los constructos sociales en ciencia política —inspirada en autores como Berger
y Luckmann—, el batllismo no emerge como una ideología estática o un accidente
histórico, sino como una realidad social deliberadamente edificada mediante
interacciones institucionales, negociaciones políticas y prácticas discursivas.
José Batlle y
Ordóñez, junto a las élites y bases del Partido Colorado a inicios del siglo
XX, lo configuraron como un marco normativo que redefinió el contrato social
uruguayo.
Este constructo no es
un don natural ni un legado inmutable: es una obra humana, sujeta a procesos de
institucionalización, mantenimiento y contestación. En términos de
institucionalismo histórico (Thelen, Mahoney), su persistencia depende de
mecanismos de reproducción —como reformas incrementales y coaliciones— y de su
capacidad para adaptarse a nuevos contextos sin perder coherencia interna.
Si no se actualiza,
se erosiona o es apropiado por actores externos, como ocurrió con el Frente
Amplio (FA)
El batllismo se
materializó en innovaciones institucionales pioneras: la jornada laboral de
ocho horas (1915), el divorcio por sola voluntad de la mujer (1913), el sistema
de pensiones (1896-1914), el laicismo educativo y un Estado interventor que
priorizaba el bienestar sin condicionalidades ideológicas.
Estas no fueron
evoluciones orgánicas, sino resultados de un proceso deliberado de path
dependence: reformas que generaron feedback positivo, consolidando un modelo de
capitalismo regulado con énfasis en la equidad republicana.
En el marco de la
teoría del Estado desarrollista (Gerschenkron aplicado a periferias), Batlle
impulsó un "pacto republicano" que equilibraba crecimiento económico
con protección social, diferenciándose del liberalismo ortodoxo y del
socialismo revolucionario.
Sin embargo, como
todo constructo social, el batllismo es vulnerable a la deinstitucionalización
(Streeck y Thelen). El Partido Colorado, su agente originario, lo diluyó
mediante errores estratégicos: coaliciones pragmáticas que priorizaron la
gobernabilidad sobre la identidad partidaria.
En 2024, compitiendo
en solitario, alcanzó el 16% de los votos —un umbral que, según modelos de
fragmentación partidaria (Sartori), indica un "piso electoral" con
potencial de expansión en sistemas multipartidistas—. No obstante, en el
balotaje, integrado en alianzas con el herrerismo y sectores conservadores, perdió
37.729 votos (1,57%), ilustrando "sinergias negativas"
En la ciencia
política electoral: las coaliciones no suman aritméticamente, sino que generan
costos de identidad y polarización izquierda-derecha, reduciendo al Partido a
un apéndice ideológico.
El FA, con raíces en
el marxismo y el tupamarismo, apropió elementos batllistas —ASSE, IRPF,
matrimonio igualitario, cooperativas, Consejos de Salarios— pero los
reinterpretó como extensiones de un "progresismo" universal, borrando
su génesis colorada y republicana.
Esto ejemplifica
layering institucional: superponer nuevas capas sobre estructuras existentes
sin reconocer su origen, lo que debilita la legitimidad histórica del
constructo.
Propuestas actuales
para revitalizar el Partido revelan tensiones teóricas. Alianzas con el
herrerismo implican drift institucional: una deriva conservadora que choca con
el reformismo batllista, ahuyentando votantes centristas y desencantados (según
encuestas de Latinobarómetro sobre realineamiento ideológico).
Por otro lado,
estrategias de marketing puro —inspiradas en consultores como Durán Barba—
reducen la política a framing emocional superficial, traicionando la tradición
racionalista colorada ("Partido de la Razón").
En cambio, una
recuperación efectiva requiere reconvención (Hackner): reconectar con el
electorado mediante empatía genuina y autocrítica, transformando indicadores
abstractos en narrativas vivenciales —seguridad como ansiedad parental, futuro
como movilidad social en el interior—
Los colorados deben
conceptualizar el batllismo como constructo vivo por tres razones analíticas:
1. No es un recuerdo, sino una herramienta prospectiva: Permite reformas
incrementales en contextos de incertidumbre (e.g., pospandemia, desigualdad
digital).
2. No es un regalo, sino una responsabilidad colectiva: Exige mantenimiento
activo para evitar apropiación o erosión.
3. No es un eslogan, sino un método político: Reformar sin
polarizar, avanzar sin destruir, en un equilibrio entre racionalidad y empatía.
Recuperar el batllismo
no es nostalgia, sino reconexión estratégica con miedos y aspiraciones
populares, evocando figuras como Pacheco (defensa salarial en crisis) o Batlle
(visión inclusiva).
Para 2029, el Partido
debe apostar por un "coloradismo puro": una propuesta audaz, centrada
en el reformismo republicano, que dialogue con desencantados y erosione al FA
sin extremismos. El batllismo no pertenece al FA; es un legado colorado.
Entendido como
constructo social dinámico, puede reclamarse con rigor analítico y pasión
cívica.2029 no es mera contienda electoral: es una oportunidad para reinstitucionalizar
nuestra grandeza.
¡Colorados: el
batllismo vive y nos convoca!
Elizabeth Gómez El Día 8 de noviembre 2025
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