La trampa de la coalición y el ocaso del batllismo

 



A medida que el horizonte electoral de octubre de 2029 se perfila, la tentación de formar una nueva coalición para enfrentar al Frente Amplio reaparece como un canto de sirena en el escenario político uruguayo.

Desde el Partido Colorado, cuna del batllismo y faro de los ideales de progreso y justicia social, debemos alzar la voz con firmeza: esta estrategia es una trampa que no solo amenaza con perpetuar la hegemonía frentista, sino que pone en riesgo la propia existencia de nuestra identidad colorada.

La evidencia empírica, tanto en Uruguay como en otros países, demuestra que las coaliciones no suman votos linealmente, generan a veces “sinergias negativas” y, lejos de debilitar al Frente Amplio, lo fortalecen al alimentar una polarización que le permite apropiarse del legado batllista.

Es hora de decir basta: el Partido Colorado debe recuperar su alma y rechazar una alianza que lleva la impronta herrerista y que nos condena al olvido.

La Ciencia Política nos ofrece un concepto clave para entender este fenómeno: la “penalización de las coaliciones”. Como se detalla en estudios clásicos, desde William Riker hasta análisis más recientes, las coaliciones electorales a menudo resultan en menos votos que la suma de los apoyos individuales de los partidos que las componen.

En Uruguay, esta realidad es palpable. En las elecciones de 2019, la Coalición Republicana, que llevó a Luis Lacalle Pou al poder, perdió aproximadamente 7,877 votos entre la primera y la segunda vuelta, evidenciando una leve pero real sinergia negativa. Más dramático aún fue el caso de 2024, cuando la misma coalición, liderada por Álvaro Delgado, sufrió una pérdida de 37,729 votos, un 1.57% del total, que resultó decisiva para la victoria de Yamandú Orsi. Estos números no mienten: en política, 2 + 2 no siempre es 4, y las coaliciones, lejos de ser una fórmula mágica, pueden restar más de lo que suman.

¿Por qué ocurre esta penalización? Las razones son múltiples, pero en el caso uruguayo destacan la pérdida de identidad partidaria y el rechazo ideológico. La Coalición Republicana, con su fuerte impronta herrerista, obliga al Partido Colorado a diluir su esencia batllista, esa visión de un Uruguay moderno, inclusivo y reformista que José Batlle y Ordóñez legó al país. Al alinearnos con fuerzas de corte conservador, como el Partido Nacional o Cabildo Abierto, nuestros votantes se desencantan, perciben oportunismo y, en muchos casos, optan por la abstención o incluso por el Frente Amplio, que astutamente se presenta como el heredero de los valores batllistas.

Esta dinámica no es nueva: en 2024, el Frente Amplio capitalizó la fragmentación de la coalición, captando votos de sectores moderados y consolidando su victoria con una campaña que, en palabras de analistas, fue “inteligente, persuasiva y cara a cara”.

La polarización izquierda versus derecha que fomenta la coalición es, sin duda, el mayor regalo que podemos hacerle al Frente Amplio.

 Al reducir el debate político a un enfrentamiento binario, el FA encuentra el terreno perfecto para apropiarse del batllismo, presentándose como el defensor del progreso y la justicia social, mientras el Partido Colorado, atrapado en una alianza que no refleja sus valores, pierde su lugar en el corazón del electorado. En 2024, mientras la coalición se desgastaba en una campaña polarizante, el FA creció de 1,057,515 votos en la primera vuelta a 1,199,000 en el balotaje, demostrando su capacidad para captar apoyos que, en un escenario más plural, podrían haber sido nuestros.

El costo para el Partido Colorado es devastador. Nuestra identidad batllista, que históricamente nos ha distinguido como una fuerza de centro progresista, se desvanece en el seno de una coalición dominada por el herrerismo y sus aliados conservadores.

En 2024, el Partido alcanzó un 16.03%, mostrando que, compitiendo con una voz propia, el coloradismo aún tiene eco. Sin embargo, al subsumirnos en el balotaje bajo la bandera de la coalición, esos votos no se trasladan íntegramente, como lo demuestra la pérdida de apoyo en ambas elecciones. Si persistimos en esta estrategia, el Partido Colorado corre el riesgo de seguir el camino de la extinción, reducido a un actor secundario en un juego político que no diseñamos.

Es hora de romper con esta lógica perdedora. El Partido Colorado debe apostar por su identidad, por un batllismo renovado que haga flamear los valores de libertad, equidad y modernización que siempre nos han definido.

En lugar de caer en la trampa de una coalición que nos resta votos y nos desdibuja, debemos competir con audacia, presentando una propuesta clara que dialogue con los uruguayos desencantados tanto con el Frente Amplio como con el conservadurismo herrerista. La Ciencia Política nos enseña que las coaliciones exitosas requieren cohesión ideológica y una narrativa unificada, algo que la Coalición Republicana nunca ha logrado plenamente. En cambio, la competencia plural fortalece la democracia y obliga al FA a enfrentar un debate más diverso, sin el escudo de la polarización.

Uruguay merece un Partido Colorado vibrante, que no se arrodille ante alianzas oportunistas ni renuncie a su legado. Las elecciones de 2029 son una oportunidad para recuperar nuestra voz, para demostrar que el batllismo sigue siendo la brújula de un país que anhela progreso sin extremos.

No caigamos en la trampa de la coalición: apostemos por el coloradismo, por nuestra historia y por un futuro donde el Partido Colorado no sea un recuerdo, sino una fuerza viva y transformadora.

 

Ricardo Alba    El Día 2 de agosto de 2025






Comentarios

Entradas populares de este blog

90 DÍAS DE ESCÁNDALOS Y VERGÜENZA EN EL GOBIERNO URUGUAYO

CUANDO SE ES INCAPAZ DE ENTENDER LA REALIDAD

CALLATE LUCIA, NO SEAS BOTONA