Rebajas de aportes: ¿Solución o parche que hipoteca el futuro del BPS?
Una nueva propuesta legislativa,
presentada por la senadora Carmen Tort, busca incentivar la formalización del
empleo doméstico mediante la reducción de aportes al Banco de Previsión Social
(BPS): los patronales bajarían del 7,5% al 5% y los obreros del 15% al 7,5%,
acompañados de una bonificación de años trabajados para facilitar la
jubilación.
Si bien el objetivo de formalizar un
sector históricamente precarizado es loable, esta iniciativa repite un patrón preocupante: la rebaja de aportes
como solución recurrente para estimular el empleo, una estrategia que,
lejos de resolver problemas estructurales, amenaza con agravar el
desfinanciamiento del BPS y comprometer su sostenibilidad a largo plazo.
No es la primera vez que los
legisladores uruguayos recurren a esta herramienta. En los últimos años,
sectores como la construcción, el empleo juvenil y ahora el doméstico han visto
reducciones significativas en los aportes patronales, que en muchos casos han
pasado de niveles cercanos al 15% a un magro 7,5%.
La lógica detrás de estas medidas es
clara: al disminuir los costos laborales, se espera que más empleadores
formalicen a sus trabajadores, aumentando la base de cotizantes. Sin embargo,
esta premisa optimista choca con una realidad más compleja. La rebaja de
aportes implica una menor recaudación inmediata para el BPS, un organismo ya
presionado por el envejecimiento poblacional, que reduce la proporción de
trabajadores activos por cada jubilado.
La promesa de un impacto “casi costo
neutro”, como se argumenta en esta propuesta, depende de un aumento
significativo en la formalización, algo que históricamente no siempre se ha cumplido
en la magnitud esperada.
Esta contradicción estructural genera
una percepción de incoherencia en las políticas públicas. Por un lado, se
promueven rebajas de aportes para estimular el empleo; por otro, se alerta
sobre el déficit del BPS, lo que lleva a medidas como el aumento de la edad de
jubilación o ajustes en las prestaciones, como vimos en la reciente reforma de
la seguridad social.
Los trabajadores, principales
afectados, quedan atrapados en este círculo vicioso: menos aportes pueden
traducirse en un salario neto ligeramente mayor en el corto plazo, pero también
en jubilaciones más bajas en el futuro, ya que estas se calculan en función de
lo aportado.
Es una solución de corto alcance que
hipoteca los derechos previsionales de quienes sostiene el sistema. La
insistencia en las rebajas de aportes refleja, además, una falta de creatividad
en las políticas públicas.
Existen alternativas que no comprometen
los ingresos del BPS, como incentivos no contributivos: deducciones fiscales
para empleadores que formalicen trabajadores, fortalecimiento de la
fiscalización para combatir la informalidad o campañas de sensibilización que
promuevan la valoración del empleo formal. Estas medidas, combinadas con
políticas de capacitación y mejora de las condiciones laborales, podrían atacar
las causas profundas de la informalidad sin debilitar el sistema previsional.
El futuro del BPS está en juego. Si
continuamos con esta lógica de parches, no debería sorprendernos que, en pocos
años, enfrentemos un nuevo discurso de crisis que exija otra reforma
previsional, con más ajustes que recaerán sobre los hombros de los
trabajadores.
Es hora de exigir una visión integral
que equilibre la promoción del empleo formal con la sostenibilidad del sistema
de seguridad social. Reducir aportes puede parecer una solución rápida, pero
sin un enfoque estratégico, solo estaremos postergando el problema y
comprometiendo el derecho a una jubilación digna para las próximas
generaciones.
El BPS no puede seguir siendo la
variable de ajuste de políticas cortoplacistas; merece una planificación que lo
fortalezca, no que lo erosione.
Ricardo Alba El Día 4 de octubre 2025
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