La ciencia al servicio de la política: el freno a la innovación uruguaya
La reciente decisión del gobierno uruguayo de pausar el
acuerdo entre la ANII y la Universidad Hebrea de Jerusalén es un
claro ejemplo de cómo la política se impone sobre el conocimiento
científico. Este convenio, que prometía una valiosa colaboración en
ciencia, tecnología e innovación, ha sido suspendido, y la principal razón
parece ser la presión de sectores ideologizados y no una evaluación objetiva de
sus beneficios.
Un freno al desarrollo del país
Al ceder a las demandas de grupos que ven en esta asociación una excusa
para manifestar su alineamiento político, el gobierno ha sacrificado una
oportunidad crucial para el desarrollo de Uruguay.
La Universidad Hebrea de Jerusalén no es solo una institución académica;
es un pilar en un país conocido mundialmente como la "start-up
nation" debido a su ecosistema de alta tecnología. La oficina de la ANII
en Jerusalén no era un gesto político, sino un puente directo hacia un conocimiento de vanguardia en áreas como la
inteligencia artificial, la biotecnología y la ciberseguridad.
La pérdida es enorme: Uruguay renuncia a un acceso privilegiado a la
experiencia israelí en la creación de empresas de base tecnológica, la
atracción de inversiones y la formación de capital humano calificado. No se
trata de un simple intercambio académico, sino de una puerta a la innovación que ahora permanece cerrada.
El costo de la ideología
Este lamentable episodio nos recuerda la frase del expresidente Mujica
de que "lo político está por encima de lo jurídico", que ahora se
puede adaptar a "lo político está por encima de lo
científico".
La decisión de suspender el acuerdo con una universidad —y no con un
gobierno o un sector militar— es un gesto de alineamiento ideológico con
aquellos que demonizan a Israel, sin importar las consecuencias para el país.
Quienes realmente pierden no son los gobiernos, sino los uruguayos de a pie, los investigadores y los
emprendedores que s
e ven privados de una oportunidad única. Mientras otros países buscan
fortalecer sus lazos con centros de conocimiento de clase mundial, Uruguay opta
por el aislamiento en nombre de una agenda política que no tiene nada que ver
con el bienestar de la nación.
La ciencia y la innovación deben ser una política de Estado,
libre de los vaivenes políticos y las presiones ideológicas. Ponerle un freno a
este tipo de acuerdos es una irresponsabilidad que hipoteca el futuro del país
en aras de la política coyuntural.
Ricardo Alba 16 de agosto de 2025
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