OFENSIVA FUSIONISTA


Pasadas las elecciones departamentales del 11 de mayo, el Partido Colorado enfrenta un momento de introspección. Los resultados, dispares en su geografía, invitan a una reflexión profunda sobre el rumbo a seguir. Mientras en Rivera el Espacio 2000, liderado por Tabaré Viera, logró una victoria contundente, en gran parte del país el desempeño fue, salvo excepciones, decepcionante.

Este contraste ha desatado una nueva ofensiva fusionista, con sectores que argumentan que aliarse con el Partido Nacional es la única vía para derrotar al Frente Amplio. Sin embargo, esta postura merece un análisis crítico, tanto ético como práctico.

Quienes abogan por el fusionismo invocan ahora la “ética de la responsabilidad”, un concepto que, si bien valioso, no puede desplazar a la “ética de la convicción”. Como advirtió Max Weber hace más de un siglo, la realpolitik, esa tendencia a priorizar el éxito inmediato por encima de los principios, puede conducir a un vacío de valores.

En política, adaptar las acciones sólo a lo que promete resultados a corto plazo arriesga desdibujar la identidad y el propósito de una colectividad. Para el Partido Colorado, esa identidad está anclada en el batllismo, un ideario que ha marcado la historia uruguaya con su compromiso con la justicia social y el desarrollo inclusivo.

Desde un punto de vista práctico, la experiencia de la coalición de gobierno durante la administración de Lacalle Pou ofrece lecciones claras. Como socio minoritario, el Partido Colorado tuvo una influencia limitada, con escasa capacidad para imponer su agenda. Una coalición electoral, como la que algunos proponen, sería aún más restrictiva.

En un escenario donde las internas definen las fuerzas relativas, el Partido Colorado quedaría relegado a respaldar un programa de gobierno marcadamente blanco, con fuerte impronta herrerista y poco espacio para el batllismo. Esto no solo diluiría nuestra identidad, sino que condenaría al partido a una posición subordinada, donde los cargos obtenidos serían un magro consuelo frente a la pérdida de relevancia programática.

Frente a este panorama, el camino a seguir no es el del oportunismo fusionista, sino el de la renovación desde nuestras raíces. El éxito en Rivera, donde el Espacio 2000 conectó con la ciudadanía y logró una adhesión masiva, es un faro a imitar. Lo mismo ocurre con las alcaldías conquistadas en departamentos dominados por otras fuerzas.

Estos ejemplos demuestran que la clave está en sintonizar con las necesidades de la gente, ofreciendo propuestas que reflejen los valores históricos del Partido Colorado: equidad, progreso y compromiso con el bienestar colectivo.

Recuperar al Partido Colorado no es solo una cuestión de estrategia electoral, sino un imperativo ético. Uruguay necesita un Partido que, fiel a sus convicciones, impulse un orden social más justo y contribuya a mejorar la calidad de vida de su pueblo. La política no debe ser un medio para alcanzar cargos, sino un vehículo para transformar la realidad.

Apostemos por un proyecto propio, inspirado en el batllismo, que nos devuelva la confianza de la ciudadanía y nos permita liderar, no seguir, el futuro del país.


Ricardo Alba          El Día - 17 de mayo de 2025






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