Uruguay al borde del abismo fiscal: El presupuesto que nos ata al pasado mientras el mundo corre hacia la libertad digital
Imagínese que usted es un emprendedor uruguayo con un sueño: exportar productos a todo el mundo sin que un banco le cobre una fortuna por cada transferencia, o ahorrar en una moneda estable que no se devalúe con la inflación. Suena como el futuro, ¿verdad?
Pues bien, mientras el planeta avanza a
pasos agigantados con herramientas financieras digitales que liberan el dinero
de las cadenas de los bancos y gobiernos, el proyecto de Presupuesto Quinquenal
2025-2029 presentado por el gobierno de Yamandú Orsi parece sacado de un manual
de los años 80: más impuestos para tapar agujeros fiscales, controles
asfixiantes y, lo peor, el levantamiento del secreto bancario sin necesidad de
un juez. ¿Es esto visión de Estado o un paso atrás que nos condena a la
irrelevancia económica?
En un mundo donde las finanzas se
dividen en dos bandos –el viejo, centralizado y burocrático, y el nuevo, descentralizado
y accesible–, Uruguay parece decidido a aferrarse al primero. Vamos por partes,
en palabras simples, para que cualquiera entienda por qué este presupuesto no
solo es desactualizado, sino potencialmente peligroso para nuestro futuro.
El viejo mundo: Bancos, impuestos y un control que ahoga
Piense en el sistema financiero tradicional como una gran red de bancos
y gobiernos que custodian su dinero... pero a un costo altísimo. Usted deposita
sus pesos en un banco, y para moverlos a otro país, paga comisiones que pueden
superar el 5% del monto, espera días por una aprobación y, encima, el Estado le
cobra impuestos sobre cada movimiento.
En Uruguay, esto se agrava con déficits
fiscales crónicos: el gobierno gasta más de lo que ingresa, y la solución mágica
es siempre la misma: subir impuestos y apretar los controles.
El proyecto de Presupuesto Quinquenal,
entregado al Parlamento en septiembre, es un ejemplo clarísimo. Incluye
gravámenes nuevos como el IVA a compras en plataformas chinas como Temu (adiós
a las gangas online sin aranceles), impuestos a depósitos en el exterior para
expatriados y empresas (muchos argentinos que vinieron huyendo de la crisis), y
un Impuesto Mínimo Complementario Doméstico que obliga a pagar más si ganas en
el extranjero.
¿El colmo? El artículo 635 permite que
la Dirección General Impositiva levante el secreto bancario sin orden judicial:
basta con una resolución fundada del director de Rentas para que el Banco
Central pida sus datos a los bancos, y estos deben entregarlos en 15 días o
enfrentan multas de hasta 317.000 dólares. Esto no es solo una flexibilización;
es un portazo a la privacidad que Uruguay tanto presumía como atractivo para
inversores.
El sector financiero ya está nervioso:
la Asociación de Bancos Privados del Uruguay advierte de un nerviosismo entre
depositantes, especialmente no residentes, que podrían retirar fondos masivos
si esto se aprueba. Y la oposición, desde el Partido Nacional hasta Cabildo
Abierto, clama al cielo: "Es una voracidad fiscal que espanta la inversión",
dice un legislador colorado.
En resumen, este presupuesto busca
enjugar déficits (estimados en un 3,5% del PBI para 2025) con parches que
frenan el crecimiento, no lo impulsan.
El nuevo mundo: Stablecoins y DeFi, la revolución que Uruguay ignora
Ahora, voltee la página: en el nuevo mundo de las finanzas
descentralizadas (DeFi, por sus siglas en inglés), el dinero fluye como el
agua. Aquí entran las stablecoins, criptomonedas estables que mantienen su
valor fijo, como atadas al dólar (por ejemplo, 1 USDT = 1 dólar). No son
volátiles como el Bitcoin; son puentes entre el dinero tradicional y el
digital.
¿Cómo funcionan en la práctica?
Imagínese pagar a un proveedor en Brasil en minutos, con comisiones de
centavos, sin bancos de por medio. O prestar su dinero en una plataforma DeFi
como Aave y ganar intereses del 5% anual, sin papeleo. Las stablecoins más
usadas, como USDC o DAI, están respaldadas por reservas reales o algoritmos
inteligentes en blockchains como Ethereum. Uruguay podría usarlas para remesas
(nuestros trabajadores en Europa las envían baratas), inclusión financiera en
el interior (donde los bancos son escasos) o atraer startups tech que huyen de
regulaciones pesadas.
Países vecinos ya lo entienden:
Argentina, con su inflación galopante, vio explotar el uso de stablecoins en
2024 (más de 10 mil millones de dólares transados solo en USDT). Brasil regula
DeFi para fomentar innovación, y El Salvador hizo del Bitcoin moneda de curso
legal. ¿Y nosotros? Mientras el mundo crece un 20% anual en DeFi (según
Chainalysis), nuestro presupuesto ni las menciona.
Es como si el gobierno estuviera ciego a una
oportunidad que podría generar miles de empleos en fintech y posicionar a
Uruguay como la Suiza del Cono Sur 2.0.
¿Por qué esta visión es desactualizada y peligrosa?
El problema no es solo ignorar el
futuro; es combatirlo. Al subir impuestos y eliminar barreras como el secreto
bancario sin juez, el gobierno empuja a la gente y empresas hacia las sombras:
¿quién querrá invertir aquí si sus datos privados vuelan directo a la DGI?
Esto erosiona la confianza, el pilar de
nuestra economía abierta. Expertos como Fabián Tiscornia advierten que Uruguay
ya flexibilizó el secreto bancario en 1986, 1991 y 1998; esta sería la gota que
colma el vaso, haciendo que perdamos competitividad frente a Panamá o Paraguay,
que equilibran control con innovación.
Peligroso, sí: podría desencadenar una
fuga de capitales (ya hay consultas de inversores extranjeros), agravar la
desigualdad (los ricos se van a jurisdicciones amigables) y frenar el crecimiento
proyectado del 2,4% anual.
En un país con 3,5 millones de
habitantes, dependemos de la inversión externa; este presupuesto la espanta en
vez de atraerla con regulaciones inteligentes para stablecoins o una CBDC
uruguaya (moneda digital del Banco Central).
Hacia un Uruguay conectado al futuro
No todo está perdido. El Parlamento tiene 45 días por cámara para debatir este proyecto; es hora de que la oposición y la sociedad civil exijan cambios. ¿Por qué no incluir un marco para stablecoins que garantice transparencia sin invadir privacidad? ¿O incentivos fiscales para DeFi que creen empleos en Punta del Este como hub tech?
Uruguay siempre fue un faro de
estabilidad en la región. Pero aferrarnos al pasado mientras el mundo acelera
con stablecoins y DeFi es como navegar con velas en la era de los jets:
romántico, pero suicida.
Despertemos antes de que sea tarde. El
futuro financiero no es un enemigo; es un aliado que espera ser abrazado.
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