El costo del egoísmo político: Una lección para las departamentales


Se acerca mayo, y con él, las elecciones departamentales en Uruguay. El tablero político comienza a definirse, pero las estrategias y desencuentros entre los partidos tradicionales dibujan un panorama tan revelador como preocupante. A poco más de dos meses de los comicios, las decisiones tomadas en los últimos tiempos nos invitan a reflexionar sobre la ética, la coherencia y el verdadero espíritu de la cooperación en la política.

En tres departamentos, Montevideo, Canelones y Salto, se concretó la Coalición Republicana entre blancos y colorados. Sin embargo, solo en Salto las chances de victoria parecen sólidas. En los restantes 16 departamentos, el Partido Nacional optó por ir en solitario, rechazando la propuesta colorada de extender la alianza a los 19 departamentos del país, incluido Rivera, bastión histórico del Partido Colorado donde su hegemonía es incuestionable.

Los blancos, confiados en su capacidad de arrasar en las otras 15 intendencias, desestimaron cualquier necesidad de acuerdos o de compartir el poder. Fue una apuesta audaz, casi arrogante, basada en la certeza de que los votos les sobrarían.

Pero el año avanzó, y con él llegaron las señales de alerta. En varios departamentos, las encuestas y el pulso de la calle comenzaron a mostrar que, sin el respaldo colorado, el riesgo de perder terreno frente al FA es real. Ante este panorama, algunos dirigentes blancos cambiaron el discurso y extendieron la mano que antes cerraron, ofreciendo acuerdos de última hora. Más sorprendente aún, ciertos dirigentes colorados, olvidando el rechazo inicial, han aceptado estas propuestas tardías. Esta conducta es, sencillamente, inaceptable.

El Partido Colorado debe poner un freno a esta deriva y llamar a responsabilidad a sus dirigentes. No se trata solo de una cuestión de estrategia electoral, sino de principios. Si los blancos calcularon mal, si su optimismo los cegó o si subestimaron la importancia de la unidad, que asuman las consecuencias. No corresponde que ahora, ante la amenaza de la derrota, busquen auxilio en quienes antes ignoraron.

Y menos aún que sectores colorados cedan a esta maniobra oportunista, traicionando la coherencia que el Partido debería defender.

Uruguay merece una política donde las alianzas se construyan desde el respeto mutuo y la visión compartida, no desde la conveniencia del momento. Si algo nos enseña este episodio, es que el egoísmo y la soberbia tienen un costo. Quizás, si los blancos enfrentan en mayo las consecuencias de su apuesta solitaria, aprendan a ser menos arrogantes en el futuro.

Y quizás, también, los colorados recuerden que su fuerza no está en plegarse a las urgencias ajenas, sino en sostener con dignidad su lugar en la historia política del país.

El reloj avanza hacia mayo. Que este tiempo sirva para reflexionar y para actuar con la altura que los uruguayos merecemos. El poder, al final del día, no es un trofeo para el más astuto, sino una responsabilidad para el más íntegro.

Ricardo Alba
Fuente : El Día - 8 de marzo de 2025


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